viernes, 27 de abril de 2012

| Capítulo ocho. |

¿Entonces no vas a ir al baile? —preguntó de nuevo Catnip. Resoplé, quitándome el mechón de pelo que tenía en la cara. La miré y negué con la cabeza. Suspiré y seguí buscando ropa en el armario.
¿Por qué no?—preguntó Pipita. Cogí una camisa de cuadros y la eché encima de la cama. Me faltaban los pantalones y la camiseta.
Será divertido—añadió Catnip. Suspiré de nuevo, cogiendo una camiseta de manga larga blanca, y unos pantalones negros. Cogí las converse grises y me dispuse a ir al baño a cambiarme.
No lo será—grité ya dentro del baño.—Irá Ricitos. No quiero verle. —En realidad, me moría de ganas, pero no habíamos hablado nada desde que nos besamos. Ni si quiera se lo había comentado a nadie que no fuera mi almohada. Ni siquiera a Catnip o Pipita, que eran las mejores amigas que había conocido nunca. Llevábamos más de seis meses juntas, pero aún así no me atrevía a contarles ciertas cosas. Nunca fue mi fuerte expresar mis sentimientos.
¿Por besaros ya no quieres verle más? —preguntó Catnip. Se me cayó la camisa al suelo y me llevé la mano a la nuca. ¿Cómo sabía ella eso? Salí del baño y estaban las dos mirándome, con una mueca en la cara.
¿Cómo lo sabéis? —pregunté atónita. Se miraron y rieron. Me mordí el labio inferior sin saber qué pasaba.
A diferencia de ti, Kevin sí lo ha contado—contestó Pipita. La miré y giré la cabeza, cogiendo la camisa del suelo y poniéndomela. Me senté en el suelo y hundí mi cabeza entre las piernas. Me dolía el estómago. Llevaba dos días sin comer nada, no porque no quisiera, sino porque no me apetecía.
¿Qué ha contado?—pregunté. Me miraron extrañadas por la rara posición en la que estaba, perdí mi mirada en el suelo, mientras motas de polvo se hacían con el aire de la habitación.
Bueno, aparte de contar que eres la chica más perfecta que jamás ha conocido—empezó a decir Catnip—que el beso fue más perfecto de lo que nos imaginamos—la miré. Nunca me había parado a pensar el “lado bueno” del beso, ya que sólo pensaba en que había traicionado a Wolf. No estuvo mal, para qué engañaros. Pero fue el tipo de beso que, como dice Katniss, no te hace desear un segundo. Pasó por lo que fuese, y ya está. Tenía que acabar ahí el tema. Podía no volver a ver más a Ricitos, pero todos sabían que  no podía. —¿Y cuál es tu versión del beso? —preguntó. Me imaginaba esa pregunta, pero no sabía qué contestar aún.
No lo sé—contesté.—No sé, tengo la cabeza hecha un lío—expliqué. Hacía un mes que había pasado aquello,  y no sabía aún qué hacer o decir. Desde entonces entré en una especie de depresión, y dejé de ir al parque. Hacía dos semanas que no veía a Wolf, y a los demás, ya ni os cuento. A las únicas que veía casi todos los días era a Catnip y a Pipita, que venían mucho a casa, incluso el otro día se quedaron a dormir. Pasábamos muy buenos momentos juntas. De cualquier cosa hacíamos risas, con ellas podía ser yo misma. Pasaron la tarde hasta bien entrada la noche, insistiendo en que fuese al baile. Finalmente, accedí a hacerlo.

Al día siguiente fuimos de compras al centro de la ciudad. Ellas sabían que yo no podía permitirme comprar un vestido caro, ni siquiera bonito, así que insistieron en que ellas me lo comprarían. Lo único que les pedí, fue que fuera un bonito que valiera la pena. Pasamos por cinco tiendas, y todavía no había ninguno que les gustara a ambas. Finalmente, en la octava tienda, encontraron uno.
¿Y este? —preguntó Catnip. Pipita dejó de mirar en el perchero y fue al sitio donde estaba Catnip. Asintió con la cabeza, alegre, y me miraron. —Pruébatelo.
Lo cogí, algo cansada y me metí en el probador. Me quité la ropa y me coloqué el vestido. Hasta ese momento no lo había visto bien. Era azul turquesa, simple. Palabra de honor y ajustado debajo del pecho, mientras hacia abajo salía más suelto, con tela tul azul también, y llevaba unos pequeños brillantes en algunas partes del tul, que lo hacía aún más bonito. No llegaba hasta las rodillas, se quedaba unos centímetros más arriba. Era precioso. Salí bastante convencida, y al mirarlas ambas me dieron el visto bueno. Salimos de la tienda ya con el vestido en la bolsa, y fuimos directas a buscar unos zapatos.
Tacones no—dije seria. Me miraron extrañadas.
Con ese vestido, tacones sí o sí—respondió Catnip.
No me gustan los tacones—respondí algo molesta mirando al suelo. Metí las manos en los bolsillos y noté que el móvil vibraba. Lo saqué y miré la pantalla, mientras Pipita decía algo como «verás cómo te acostumbras». Era Ricitos. ¿De verdad me estaba llamando? No era el mejor momento, desde luego. Corté la llamada y seguí hablando con las chicas, hasta que paramos en una tienda. Entramos y había bastantes tipos de tacones, botas, botines, manoletinas… Pero todo bastante caro. Tras una media hora, encontramos unos tacones de punta redonda, blancos, y aproximadamente quince centímetros de tacón. Eran exageradamente altos, pero la chica de la tienda dijo que era lo que más pegaba con el vestido. Salimos bastante contentas de haber terminado las compras y fuimos a una cafetería, comenzaba a hacer frío.

El día del baile, una parte de mí estaba que se moría de nervios. Por una parte, llevaba tres semanas sin saber nada de Wolf. Estaba cabreada con él, claro está. No tenía excusa para no venir a verme. Sabía que las cosas entre nosotros se habían torcido, pero no pensaba que hasta tal punto. Según me habían comentado Catnip y Pipita, ambas iban a ir con Enix y Tarou. Xerxes con Andy, Mad Hatter con Nelly, Ed con Phaulina, Al con Norma y Wolf, se supone que conmigo. Ricitos…iría solo. Me dolía el pecho de pensar que estaría ahí, en una fiesta navideña, solo. Pero según me habían contado Catnip y Pipita, insistió en que fuese así.

Faltaba una hora el baile, y decidí salir de la casa. Catnip y Pipita, estaban en la puerta de mi casa cuando salí, y entre sonrisas emprendimos el camino hasta el taxi donde habían venido. Refrescaba bastante, se notaba la presencia del invierno, incluso en la parte de las afueras de la ciudad. Llegamos al taxi, Catnip se montó primero, después Pipita, y cuando iba a montarme yo, miré al frente y vi a Wolf de lejos, juraría, que con otra chica. Achiné los ojos con intención de distinguirle, pero no mejoraba la visión. Les dije a las chicas que se adelantaran y que iría con Al, y cerré la puerta del taxi. Bajaron la ventanilla y se quejaron, preguntando qué pasaba. Las obligué a irse en ese momento y finalmente accedieron. Se fueron, poco convencidas y me acerqué poco a poco a la persona que parecía ser Wolf. Cuanto más me acercaba, más segura estaba de que era él. A la chica no la reconocí, pero eso no me importaba mucho. Todo mi cuerpo comenzó a temblar. La respiración se aceleraba, las ganas de llorar aumentaban, cuanto más segura estaba de que era él. Y estaba con otra. Sentía que coches llegaban por mi espalda, que aparcaban, que pitaban. El tráfico de la autovía cercana se oía a la perfección, pero aún mejor se oían las frases que entre ellos se decían en el oído. Mi corazón caía a pedazos al suelo. Estaba a un metro de ellos, y seguían coqueteando, y dándose pequeños besos. Mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas, pero no podía articular palabra.
¿Qué coño haces?—pregunté. Ambos se separaron y me miraron. La chica lucía una bonita sonrisa, no era fea, pero para qué engañaros, yo la veía en ese momento más fea que al culo de un perro, finamente dicho.Wolf se acercó a mí. Me fui alejando conforme se acercaba. Las lágrimas salían sin parar, y el dolor del pecho no se calmaba. Me latía tan fuerte que creo que se oía incluso desde donde estaba la chica.
No es lo que parece, en serio—dijo. Sonrió al tenerme cerca y se acercó con intenciones de besarme. Le pegué en la cara y me miró sorprendido.
Conmigo no vas a jugar—dije. —Eres un cabrón—grité. Las lágrimas salían de los ojos sin parar, estropeando la maravilla de maquillaje que Catnip y Pipita me habían puesto. Wolf encogió los hombros y se acercó a la chica. Ambos se fueron abrazados, y yo no dejaba de llorar. ¿Qué narices estaba pasando? Ese no era Wolf. Era una puta réplica de Rev. No, esto no podía estar ocurriendo. Me llevé las manos a la cara y comencé a chillar. La rabia me comía por dentro. Me hice ilusiones. Tenía planes, tenía sueños. Me hizo creer que el amor podía ser diferente, que lo nuestro era nuestra excepción. Me hizo quererle, por desgracia, me hizo amarle. Estaba enamorada de él. Tenía una mezcla de sentimientos que ni yo entendía. Mi cerebro fallaba, mis piernas con él, quería irme, desaparecer de la faz de la tierra. ¿Qué me quedaba si no era él? Ricitos, joder. Dejé de lado al que podía haber sido un gran amigo por él. Por una persona que sonríe y me deja tirada por otra. Por esa persona. No, yo no creía que Wolf fuese así. La cabeza empezaba a darme vueltas de tanto llorar y gritar, me dolía demasiado. Me di la vuelta con intenciones de echar a correr, pero me choqué con alguien. No vi quién era, pero me abrazó y reconocí su olor. Ese olor a chico mimado, famoso, pero también amable, simpático, agradable, diferente, que llevaba un mes sin sentir. Ninguno de los dos dijo nada, ni siquiera nos movimos del sitio. Cuando comencé a calmarme, fue cuando me digné a hablar.
Kevin, no me apetece ir al baile…—susurré como pude. La voz salía quebrada y con poca fuerza. Me miró a los ojos.
Ahora tienes que ir más que nunca. Tienes que disfrutar, olvidar todo esto un rato—dijo. Tenía ganas de olvidar todo, pero no así. No de esa manera. Negué con la cabeza y me quité las lágrimas.
—No quiero Kevin, mira, he jodido el maquillaje, mira mi cara, por favor mírala—me miró a los ojos y sonrió.—Parezco un oso panda. 
—rió—No seas tonta, estás preciosa. Las chicas sin maquillaje son  más hermosas.—me arrancó una sonrisa aquella frase. Hacía años que nadie me llamaba guapa, linda o hermosa. Que para el caso, es igual.
—No quiero ir, en serio, si quieres nos vemos mañana...—bajé la vista y me cogió por ambos lados de la cara. Me hizo mirarle. 
—No quiero verte mañana, quiero que pases la noche conmigo, en esa fiesta. Sé feliz, esta noche—contestó. Le miré y negué con la cabeza. Lo que me faltaba ahora era ir de fiesta—hazlo por mí.
Tres palabras. Tres palabras que me convencieron lo suficiente como para subirme al taxi, que pidió Ricitos,  e ir a la ciudad con él. Veinte minutos de camino. Fui mirando las luces de la ciudad y las caras sonrientes de todo el mundo. Qué gran mentira vivían cada uno de ellos. Seguro que la mitad sonreían por complacer, tal y como tendría que hacer esta noche. Llegamos al local, y estaban todos algo preocupados, pero siguiendo el consejo de Ricitos, sonreí a todos y comenté que ya lo explicaría todo después. Cené lo que pude, no me entraba nada. Ricitos se sentó a mi lado, y no se separó de mí en toda la noche. Me daba la mano, me la acariciaba, me susurraba cosas sin sentido en el oído que me hacían reír. Consiguió que lo olvidara todo por unos instantes. Catnip me dirigió más de una mirada de sorpresa, y Pipita más de una risa con mensajes subliminales. Llegó la hora del baile.
No sé bailar—comenté. Nos habíamos quedado Ricitos y yo a solas en la mesa, ya que todos estaban bailando. Vi como sonreía y posé la vista en la mesa, llena de platos, algunos más vacíos que otros, copas, botellas y un centro de flores bastante bonito. Pasé a mirar por la ventana que se veía a lo lejos del local, y vi que comenzaba a nevar. Sonreí pensando en que pronto estaríamos todos cantando villancicos, que pronto sería año nuevo, que pronto podría comenzar una vida nueva. 
Aprende—respondió. Reímos y me agarró de la mano. —Y…si no es mucho pedir…¿te puedo enseñar yo?—¿qué perdía? Decidme, ¿qué perdía? Absolutamente nada. Ya lo había perdido todo esa noche. Asentí con la cabeza y dejé que me levantara de la silla. Incluso yo noté que mi peso había descendido varios kilos. Hasta Ricitos se sorprendió y me miró confuso. Sonreí. 
Fuimos a la pista de baile y nos mezclamos entre la multitud. Intentamos unos pasos simples, pero acababa pisándole. Aunque eso le hacía gracia. Finalmente optamos por poner mi punta de los pies en sus zapatos, y que él llevara todo el baile.
Seguro que peso mucho—dije mirándole. Negó con la cabeza y apoyé la mía en su hombro.—Siento lo de esta noche. Y gracias por todo—susurré. Sonreí en su oreja y vi como Enix estaba bailando con... ¿Andy? ¿Dónde estaba Catnip? La busqué dos metros a la derecha, y la vi sonriente de la mano de Xerxes, bailando.
La noche no estaba siendo nada mala, pero a las cinco de la mañana estaba cansada, me dolían los pies, y estaba harta de llevar vestido. Se lo dije a Ricitos y entre risas decidió acompañarme a casa, por lo que pudiera pasar. Me despedí de todos y le guiñé un ojo a Xerxes. Éste sonrió y articuló «te dije que sería para mí». Sonreí y salí del local con Ricitos, de la mano. Pedimos un taxi, y a los veinte minutos ya estábamos en mi barrio. Ricitos pagó el taxi y fuimos andando hasta mi casa.
Una buena noche—comentó. Asentí mirando los alrededores. Las farolas estaban apagadas y mis párpados no ayudaban a ver mejor. La temperatura de la calle era bastante fría, ya que caían copos de nieve, y ya había bastante en el suelo cuajada. Desde que salimos del local, Ricitos me dejó su chaqueta, ya que aunque llevaba una pequeña rebeca, no era suficiente. Él se quedó en camisa, no me gustó la idea, podía resfriarse o algo por el estilo, y no quería que pasara, y menos por mi culpa.—Es ahí, ¿no?—miré a la casa donde estaba señalando y asentí. Me coloqué en el porche y él se quedó en la acera. La única luz que había en la calle era la de la Luna, y justo donde estábamos, sólo había oscuridad. Le miré, aunque sólo podía reconocer su silueta. 
Ahora soy igual de alta que tú—dije. Sonreí y supuse que él también cuando le escuché reír. Noté como colocaba sus manos en mi cintura y la piel se me puso de gallina. El corazón se aceleraba. Un día de estos, de tanto aceleramiento, me da un ataque o algo. Y digo o algoporque nunca llegué a atender en clases de Biología, y ese tema entonces, no lo controlo. 
Igual de alta, pero mucho mejor que yo—susurró. Sonreí y me mordí el labio mientras notaba que me acercaba a él. No era el momento de volverlo a besar, y volverlo a perder durante un mes. Quería besarle, pero no quería que fuese ahora. 
No digas gilipolleces—susurré. Sonreí y noté su respiración en mi cara. Yo no quería, no en ese momento. Seguía totalmente empeñada en que no era el mejor momento. Pasé mis brazos por sus hombros y seguí sonriendo, mientras dejaba que sus labios y los míos, colisionaran sin ningún problema.

“Una parte de mí está enamorada de ti, Jeremy, pero la otra parte no quiere aceptarlo.

martes, 17 de abril de 2012

| Capítulo siete. |

"Durante un instante me pregunto cómo verá Gale el incidente, pero después me lo quito de la cabeza, porque, por algún motivo, Gale y Peeta no coexisten bien en mis pensamientos."
Katniss, Katniss. Por alguna extraña razón, esa frase me venía al pelo en aquellos momentos. Hacía ya varias semanas que Catnip estaba bastante pesada con una saga de la que nunca oí hablar, Pipita también hablaba mucho de ella, así que por mera curiosidad ya, me he comprado el primer libro a ver qué tal. Y la verdad es que no está nada mal, engancha. Aunque a Wolf no le ha hecho gracia que le deje plantado por un libro. Sonreí pensando en la cara de Wolf al decirle: no, lo siento, hoy no salgo, me quedo en casa leyendo. Era épica. Debía haberla grabado, y os la tendría que enseñar. Os ibais a reír seguro. Hacía rato que había mirado la hora, y creo que marcaban las cinco de la tarde. Si seguía a ese ritmo me terminaba el libro en unas horas. Y luego, podría entender algo de las conversaciones de tributos y cosas de ese estilo que Catnip y Pipita mantenían constantemente. Menos mal, que de Harry Potter sí era fan y me he leí los libros, así que al menos cuando hablaban de eso me enteraba.  Tenía pensado o salir en toda la tarde, quizás salir a dar un pequeño, corto, minúsculo paseo con Happy, pero no sé aún si saldré. Bueno, el caso es que estaba ensimismada con la lectura. Entonces, dí con una frase. Una frase que, me describía, es decir, describía mi situación perfectamente. Os la pondría, pero resulta que estaban llamando a la puerta. Dejé el libro abierto, boca abajo en la mesa, y salí refunfuñando de la habitación, pensando quién sería el idiota que me había interrumpido la lectura. Bajé las escaleras y me arreglé la sudadera que llevaba puesta. O había perdido peso, o era cuatro tallas más grande. Abrí la puerta y ahí estaba él. Con sus rizos tan bien colocados como siempre, sus pantalones y camisa ajustados, sus gafas de sol. Tal y como lo conocí, básicamente. Me sonrió y yo le fusilé con la mirada, figuradamente, claro.
—¡Hola!—exclamó sonriendo. Ala, ahí estaba otra vez esa sonrisa. Qué muchacho tan feliz, por el amor del cielo. 
—Hola—contesté, menos alegre que él. Todavía tenía en mi cabeza lo de alejarme de él, así que, sí, me resistía a abrazarlo. Di tres pequeños e inaudibles golpes en la puerta.—¿Quieres pasar?—pregunté. Decían que eso es lo que se dice cuando intentas ser amable, así que...mi intención era esa. Intentar ser amable, a ver si así se iba antes. No me malinterpretéis. No es que odie a Ricitos o me caiga mal, simplemente no quiero que lo que siento por él, se multiplique por doscientos. Que no me quiero enamorar.
—Si no es molestia—dijo entrando felizmente por la puerta. La cerré algo desganada y vi que ponía sus manos en la cintura, suspirando e irradiando absurda felicidad por donde pasaba. Le miré y comencé a subir las escaleras. Me miró extrañado y le hice un gesto con la cabeza, indicando que subiera. Asintió, otra vez, alegremente, y subió tras de mí. Le indiqué dónde estaba mi habitación y entró delante de mí, después entré yo y cerré la puerta. Aparté el libro de la mesa, le puse un trozo de papel para no perder por dónde iba y encendí el ordenador, poniendo My name is Skrillex de Skrillex. Le bajé volumen, ya que parecía que Ricitos no estaba acostumbrado a esa música. Le sonreí y me miró.—Sólo quería saber qué hacías, me he pasado por el parque y no te he visto.
—Leer—contesté abriendo YouTube. Le ofrecí un sitio a mi lado y se sentó, observando con detenimiento qué hacía. Rió un poco cuando contesté que estaba leyendo, y le miré algo molesta.—¿No te crees que estuviese leyendo?
—Yo no he dicho eso—contestó. Le miré con mala cara, y seguí mirando fotos y demás cosas. En concreto, miraba las guitarras que había en un sitio que encontré de Internet. Deseaba tener una, pero primero, el dinero no me llegaba, por lo tanto tenía que comprarla de lo más barato y malo, y segundo, seguramente esas no me durarían ni dos días, así que las buscaba en tiendas lo más baratas posibles, e intentaba ahorrar.—¿Quieres comprar una guitarra?—preguntó Ricitos. Asentí con la cabeza y seguí mirando modelos. Todos demasiado caros.—Te la puedo comprar yo, y de un mejor sitio que ese.
—No hace falta—contesté.—Puedo comprarla con mi dinero—mentira. Yo no tenía dinero. Pero bueno, tampoco quería deber nada a nadie. Una cosa que me molestaba mucho, era deber cosas a la gente. Aunque fuera la cantidad de dinero más mínima, no me gustaba. La guitarra, era un capricho mío, por tanto quería comprarlo yo, ya que era algo que no necesitaba para vivir, precisamente. 
—No es nada, yo te la compraré—dijo. Le miré y borré la sonrisa que estaba apareciendo inconscientemente en mi cara. Negué con la cabeza y cambié de canción. En realidad, sólo pausé la que tenía puesta. No sabía qué poner. Noté una pequeña risa por parte de Ricitos y vi que se acercaba a mí. Me quedé quieta y noté como el ritmo cardíaco se aceleraba poco a poco. No, no, no, Skat respira y tranquilízate. Vi que tecleó Got 2 luv u de Sean Paul ft. Alexis Jordan. Yo veía a Ricitos escuchando cosas como rock o grunge, no esto. Aunque esa canción, precisamente mi madre la cantaba mucho, y algo sí que me sabía. Comenzó a cantarla, y he admitir, que cantaba mejor que bien. Sonreí escuchándole e incluso, en la parte de la chica me atreví a entonar un poco. Pero cambié de canción, aquella hacía daño a mis oídos. No me malinterpretéis. No me entusiasmaba escuchar esa clase de música. Puse Dear God de Avenged Sevenfold, y me sonrió. ¿Conocía la canción? Imposible. 
—¿Conoces la canción?—pregunté.
—Sí—contestó.—Tuve el placer de conocer a la banda hace unos años—mi cara era de asombro puro y duro. ¿Que conocía a este grupo? Joder, quizás no era tan niño como yo creía. Canté la canción, me encantaba. Acompañó un poco, en las partes que se sabía. Aunque, lo único que nos importaba, no sé por qué, sentía que era el estar juntos los dos. Acabó la canción al cabo de unos seis minutos, y esta vez, eligió él. You're beautiful  de James Blunt. ¿Venía con indirectas la canción?My life is brilliant. My love is pure. I saw an angel, of that I'm sure. She smiled at me on the subway. She was with another man, but I won't lose no sleep on that, 'cause I've got a plany poco a poco, se iba acercando a mí, conforme llegaba el estribillo. No pensaba besarle, eso tenedlo claro. Pero es cierto que estábamos bastante cerca, cuando llamaron a la puerta. Esta vez, no salí refunfuñando de la habitación, esta vez salí dando gracias a quien quiera que hubiese llamado. Iba a abrir cuando frené en seco. ¿Y si era Wolf? Pues la había cagado. Si era él y veía a Ricitos aquí, podemos dar por terminada la relación. No, seguro que no era él, habría entrado por la ventana directamente. ¿Y si no? ¿Y si era él? Llamaron una segunda y tercera vez. Bueno, quien no arriesga poco gana, así que nada, mejor abrir. Y otro gracias salió del suspiro que pegué, al ver que era Happy. 
—¡Hola!—dijo sonriendo. Le miré y vi que se frotaba las manos, aunque no me extraña, hacía frío en la calle. Le sonreí.
—¿Qué haces aquí?—pregunté. Elevó los dos hombros, supongo que estaría de visita. En estos momentos preferiría estar con él que con Ricitos. Le dejé pasar y le pedí que se quedara en el rellano de la puerta, mientras yo subía. 
Subí las escaleras tan rápido como pude y abrí la puerta. No me dio tiempo a reaccionar, os lo digo en serio. No sé cómo pasó todo, ni siquiera a día de hoy, sé como ocurrió. Simplemente, abrí la puerta, y dos manos cogieron mi cara, elevándola hasta la altura de alguien más alto que yo, hasta sus labios. Cuando me quise dar cuenta, era Ricitos. ¡Ricitos me estaba besando! ¿Qué haces cabeza? ¿Manos? ¿Piernas? ¡Queréis reaccionar alguna! Se me hizo imposible apartarme. Simplemente me quedé quieta. Quince, dieciséis, diecisiete. Veinte segundos y Ricitos terminó el beso. No me soltó la cara, simplemente apoyó su frente contra la mía. Ambas narices chocaron delicadamente, y yo seguía ahí, pasmada.
—Sabía que me querías, lo sabía. En estos tres meses nunca he dejado de creerlo. Lo sabía—susurró. ¿Qué pretendía que vocalizara? No me salía ni un puto grito. 
Me dio un beso en la frente y se despidió, saliendo de mi habitación y intercambiando con Happy un pequeño hola, bastante incómodo seguro. Me senté en el suelo, en el mismo sitio donde minutos antes Ricitos me estaba besando. ¿Se puede saber qué estaba haciendo? ¿A qué estaba jugando? No me gustaba el juego. Yo sabía que no tenía que haber hablado con él cuando vino al parque, yo sabía que no tenía que haberle dado falsas esperanzas. ¿Falsas esperanzas? ¡Una parte de mí estaba enamorada de él! Tres meses, tres meses ya. En tres meses he tenido muchos momentos para dejarle las cosas claras, pero no, para nada, yo no lo hice. Escuché que alguien subía por las escaleras, y fue ahí cuando me di cuenta de que había olvidado por completo a Happy en el rellano. Se sentó a mi lado y cuando pequeñas lágrimas, salieron de mis ojos, me abrazó, intentando tranquilizarme. Las lágrimas salían más deprisa, y más me dolía el pecho. Tras varios minutos, me comencé a tranquilizar, y ahí había estado todo el rato Happy, sin soltarme, acariciando mi espalda, intentando que dejara de llorar. Me quité las lágrimas de la cara, intentando mirarle a los ojos, darle las gracias.
—Me imagino lo que habrá pasado—comentó. Bajé la vista y volví a recordar el momento. Mis labios, fríos como el hielo, ya que venía de abrirle la puerta a Happy, y una ráfaga de viento me dejó hecha un cubo de hielo. Los suyos, cálidos, de haber estado en mi habitación por horas, riendo y cantando, siendo Ricitos, siendo él mismo. Una fusión perfecta, ¿no? No, no, no, no. Yo no podía acabar con él. No pegábamos. Mi tipo era Wolf, todos lo sabéis. Yo fui lo que Ricitos es. De la misma forma. Con los mismos gustos, la misma forma de hablar, de comportarme. ¿Y si él también era mi tipo? Pues estaba la cosa jodida. Happy intentó sacarme de todos mis pensamientos, sabía que estaba pensando en él.—Creía que estabas con Wolf.
—Y estoy con él—aclaré.—Lo que pasa es que...—paré, pensé durante unos instantes. ¿Qué explicación le iba a dar, si ni siquiera yo sabía qué había pasado?—...no sé. Ha sido todo demasiado rápido, supongo, me ha pillado de sorpresa, no me lo esperaba, no me reaccionaban las piernas—expliqué—ha sido raro, muy raro. 
—Quizás te guste—dijo Happy. Le miré extrañada, con media sonrisa en la cara. Negué con la cabeza.—¿Por qué no? Puede ser.
—Por poder puede, pero nunca puedes estar enamorada de dos personas a la vez—contesté. Me miró y rió.
—Yo no he dicho nada de estar enamorada, he dicho de gustar. Por gustar, te pueden gustar cuarenta mil personas—dijo. Hombre, eso era verdad. Razón no le faltaba. Pero yo estaba cien por cien segura de que yo estaba enamorada de Wolf. Y que..¿una parte de mí lo estaba de Ricitos? 
—Bueno vale—admití.—Me siento mal...—bajé la vista. Me seguía doliendo el pecho. Y encima, las dos únicas personas que no quería ver en mi mente, estaban y hablándose y riendo, como amigos que eran. En ese momento, entendí mejor que nunca la frase que Katniss decía. 
—Es lógico que te sientas mal, has besado a otro chico—dijo. En realidad, la situación no tenía gracia ninguna. Pero ahí estaba él para hacerme reír. ¿Cómo? Pues ni idea. Sólo sé que comencé a reír como una loca, y él conmigo, aunque estaba segura de que no tenía ni idea de por qué reía. 
Happy era un buen chico. Mi vecino desde hacía unos años. Me acompañó a ver las películas que nadie quería ver conmigo, me recomendó libros, jugamos a vídeo juegos juntos, me hizo conocer estilos de música que desconocía; realmente se hizo una persona muy importante para mí. Es cierto que hasta ahora, nunca habíais oído hablar de él, pero es que Wolf se ponía celoso cuando hablaba de él. He vivido muchas cosas con Happy, tantas o más, que con los demás. Pero no sé. Con él era todo diferente, diferente en sentido de que, no sé, algunos problemas dejaban de tener importancia cuando se los contaba, cuando estaba con él. Hacía desaparecer problemas de mi vida, y eso creed lo que digo, no lo hace mucha gente. Tras un par de horas, decidió irse, ya que eran aproximadamente las nueve de la noche, quizás más. Una vez ya se había ido, todo volvió a mi cabeza. El beso. Maldito beso. Esa no era yo, nunca me había comportado así. Un sorbo al café que había echo. ¿Cuánto tiempo podía ocultar lo que había pasado? En ese momento comencé a odiar mi sinceridad. Decidí seguir leyendo para evadirme un poco del mundo, de todo lo que me estaba sucediendo, aunque sabía perfectamente que tendría que volver al mundo real en cuanto viera a Wolf o a Ricitos. Resoplé y vi que alguien abría la ventana. Vaya, parecía que iba a volver al mundo real mucho antes de lo esperado. Vi que los ojos azules de Wolf se distinguían en la oscuridad como si fueran fluorescentes. Sonrió y se acercó a mí, no me dejó decir nada, simplemente me besó. Sonrió al separarse algo de mí y vio algo en el suelo. Se le borró la sonrisa, y algo molesto se dirigió hacia la cosa que vio. Giré la silla y vi un pañuelo. El puto pañuelo de Ricitos. ¿Cómo no me había dado cuenta de que estaba ahí tirado? Gilipollas, si es que era gilipollas. 
—¿Ha estado aquí?—preguntó al ver que me había llevado las manos a la cara. Dejé el libro sobre la mesa, esto era pelea seguro. Asentí lentamente con la cabeza. Y ahí empezó. Una pelea bastante impresionante. Gritos, chillidos, reproches, insultos hacia Ricitos... ¿Tan celoso era Wolf? Nunca jamás me lo había imaginado así. ¿Qué podía hacer yo, más que escuchar y asentir con la cabeza? Intervenía cuando el tema se le iba de las manos diciendo cosas que no eran, pero eso era en muy pocas ocasiones, ya que llevaba razón. Me estaba comportando de forma extraña, aunque, nunca me había pasado eso, así que era un poco lógico que estuviese algo perdida. Más chillidos sin sentido, ¿no se cansaba? Treinta, cuarenta, cincuenta minutos. Qué ganas tenía de que se callara ya. Estúpido amor. 
—¿Has terminado ya?—pregunté. Me miró burlón y asintió con la cabeza, sentándose en el suelo, delante de la silla donde yo estaba. Me coloqué de rodillas, delante de él. Apoyó sus manos en el suelo, inclinándose hacia atrás.—Ahora me toca a mí decir unas cuántas cosas—agaché la cabeza—lo mío no será tan largo como el gran discurso que tú me has dado, así que, te pediría que cerraras la bocaza en todo el rato, y me escuches.—Le miré y asintió con la cabeza. Me aclaré la garganta y me acerqué a él, rápidamente, más rápidamente que Ricitos hacia mí. Le besé y noté sus manos en mi cintura. Me separé milímetros de él, incluso aún seguía notando sus labios en los míos. Susurré un pequeño te quiero a pesar de todo, cenutrio, y le noté sonreír.
—Yo también te quiero—contestó. Era la primera vez que me lo decía, era la primera vez que mostraba sus sentimientos hacia mí, no por actos, sino por palabras. Era la primera vez que de verdad sentía que yo le importaba.
"El fuego y el hielo coexistiendo ambos de algún modo sin destruirnos el uno al otro. No podía haber prueba más definitiva de que nos pertenecíamos."

sábado, 14 de abril de 2012

| Capítulo seis. |

—¿Yo?—pregunté sorprendida. Me quité las lágrimas tan rápido como pude, Wolf asintió con la cabeza y se sentó a mi lado. Miré al suelo y comencé a jugar con una piedra que había en el suelo.—Yo no estoy preocupada. Pero tú sí—oí la risa de Wolf. Le miré y se tumbó en el suelo, colocando su brazo tras su cabeza.
—¿Acaso no ves lo que me preocupa?—preguntó. De nuevo volví a mirar al suelo. ¿Tenía que verlo? Es decir, ¿saberlo? Yo no era adivina. Además, las preocupaciones de Wolf eran siempre un poco raras, quiero decir, que no eran comunes o normales. Vamos, que eran tonterías. Él nunca tenía por qué preocuparse.
—No seas así—contesté.—Cuéntamelo—le pedí. Se incorporó y se situó delante de mí. Le miré curiosa. Estaba esperando a que se dignara a hablar, aunque por su cara, mucha intención de hacerlo no tenía.
Pues me pasa que me he enamorado de tu sonrisa, de cómo bailan tus dientes en tu risa. De tus pestañas, que vencen la gravedad en cada parpadeo, de cada vez que cierras los ojos y los vuelves a abrir para mirarme. De cómo mueves los dedos inconscientemente sobre la palma de mis manos cuando estás aburrida. De tu forma de patinar, de caerte y de sacarme la lengua cuando me río de ti. De tu forma de quererme y sobre todo de tu forma de odiarme. Y ¿sabes? Sé que no tiene pies ni cabeza, pero ahora mismo lo daría todo por un beso tuyo.—¿Qué estaba diciendo? No tenía ni pies ni cabeza. Pero me gustaba. Mi corazón comenzó a latir con más fuerza y más rápido. No, ¿no se supone que me gustaba Ricitos? ¿A qué viene todo esto?
—Y...¿has probado a pedírmelo?—balbuceé. Sonrió y yo sonreí. Mis mejillas supongo, que estaban rojas cual tomate de huerto, pero siempre podría decir que eso se debía a la iluminación. Aunque no me lo creía ni yo.
—No—contestó.—Pero sinceramente, me importas tanto que no quiero que me beses, y que después te arrepientas.—Estaba mezclando la velocidad con el tocino. Ya sabéis, mezclar los colores con jamón serrano. Que estaba diciendo cosas sin sentido. Vale, dejadme, cinco minutos sin amigos, me lo he ganado.
—¿Quién ha dicho que yo me vaya a arrepentir?—pregunté. Me miró, abriendo bien los ojos. ¿No se lo esperaba? Yo tampoco, no sabía ni lo que decía. Pero bueno, esto de improvisar me gustaba. 
—Lo he dicho yo—contestó. Y él lo diría, por Ricitos seguro. Es cierto que ambos no pueden estar en mi mente sin que me duela el pecho, pero eso no significa que yo no sienta nada por Wolf, y que encima me arrepienta si me besa. No tiene sentido. 
—¿Y por qué lo dices?—pregunté.—Quizás, nada es como tú piensas—dije. Un poco de razón, sí que llevaba él, miraba por mí y por mis sentimientos, pero yo también llevaba razón. Es decir...que si me besa no se lo voy a negar.  ¿Entendéis? Qué paranoica estoy hoy.
—No lo sé—contestó. Sacudí la cabeza, con una sonrisa.
—No tienes ni idea de nada—susurré. Bajé la cabeza, mirando mis muslos. 
—Lo mejor es callarse—dijo mirando hacia un lado, intentando salir de aquella conversación tan rápido como fuese posible. 
—No—contesté—lo mejor es que te calle con un beso. 
Quizás estuviese mal, quizás no era lo apropiado, quizás sí que no debí hacerlo, pero me daba igual. Me abalancé hacia Wolf, y éste me correspondió el beso que le di. Me agarró de la cintura, y yo pasé mis brazos por detrás de su cuello. Me senté sobre sus piernas y estuvimos así, no recuerdo cuánto tiempo, hasta que quedó claro que él y yo...bueno, ya no éramos sólo amigos.


Hacía un mes ya desde que vi a Ricitos por última vez. No me había llamado, no había venido, incluso Pipita y Catnip ignoraban ese tema de conversación cuando venían. ¿El por qué? Pues ni idea. Yo ya llevaba saliendo con Wolf tres semanas, y la cosa nos iba bastante bien, cosa que me sorprendía. Pero bueno, a pesar de todo aquí sigo, en la puerta de casa de Wolf, esperando a que baje. Según me dijo Catnip, hoy venían todos. Una gran parte de mí tenía muchas ganas de ver a Ricitos. Queráis que  no, llevaba un mes sin verlo. Joder, ¿qué estará haciendo Wolf? Luego dicen que las mujeres somos lentas para prepararnos. Y ahí estaba yo, peleándome con el sexo masculino mentalmente, cuando alguien me dio unos golpes en el hombro.
—¡Enix!—grité. Incluso sonreí. Amigos eran ya, y del grupo también formaban parte. Sonrió él también, y me abrazó. Le abracé y vi que detrás llegaban Tarou y Pipita.
—¡Tarou!—grité también. Rió, y separándome de Enix, fui corriendo hacia él y le abracé. Pipita rió y a ella también la abracé. Le miré a los ojos y señaló con la cabeza detrás de Tarou. Caminé unos pasos hacia la izquierda y allí lo vi. Gafas de sol, un pañuelo, camiseta blanca, chaqueta negra, pantalones grises y unas deportivas. Tan pijo y tan guapo como cuando lo conocí. Acompañado de Catnip, claro. Sonreí, más que antes, no lo podía evitar y me mordí el labio. Quería esperar a que viniera él, pero me podía. Treinta días sin saber nada de él. Era una razón demasiado fuerte. Salí corriendo como si no hubiera un mañana hacia él y Catnip rió sorprendida. Al llegar me recibió con una sonrisa y me abrazó también, elevándome durante unos segundos en el aire. Cinco años de diferencia bastante notables. 
—Ya veo que me has echado de menos—susurró. Reí y me alejé un poco de él. Sacudí la cabeza y rió.—¿No me has echado de menos?—preguntó sorprendido.
—¿Tú qué crees, melón?—contesté sonriendo. Se acercó a mí de nuevo y me abrazó, dándome un pequeño beso en la cabeza. 
—Yo te he echado de menos—dijo. ¿Que me había echado de menos? Por su tono de voz no lo decía de broma. Yo un poco sí, y un poco no. Miré hacia atrás y vi a todos juntos, acababan de llegar Al, Mad Hatter, Ed, Nelly y Katie. Sonreí falsamente y Ricitos me dio un pequeño golpe en la nariz, y se alejó, dirección al grupo. Vi que Wolf estaba en la puerta de su casa, y con una sonrisa, algo molesta, comenzó a acercarse a grandes zancadas hacia mí. Al llegar me agarró de la cintura y me besó. Su beso no transmitía...cómo os lo digo... No era un beso apasionado, era más, un beso lleno de rabia, y su única finalidad es que Ricitos viera que ambos estábamos saliendo. ¿Podría ser eso posible? ¿Que Wolf se hubiera declarado sólo para que Ricitos no tuviera ni la más mínima oportunidad conmigo? Me resultaba repugnante sólo de pensarlo. Pero nada era lo que parecía, así que, nunca viene mal desconfiar un poco.


Aquella conversación comenzaba a aburrirme. Hacía dos horas que estábamos sentados en el parque, y tres desde que comencé a dudar de los sentimientos de Wolf hacia mí. Pipita y Tarou se habían ido hace un rato, y Nelly y Mad Hatter también se fueron. Todos enamorados. A mí, no me hacía gracia estar entre los brazos de Wolf mientras Ricitos miraba, pero otra cosa no podía hacer. Bueno, sí que podía. Le susurré a Wolf que tenía que irme a hacer una cosa, me dio de nuevo un beso y cuando me separé de él, vi que Ricitos miraba al suelo. Me dio pena, y fue un impulso, que quede claro eh, me acerqué a él y le di un beso en la mejilla. Me sonrió y salí del parque, pongo la mano en el fuego, que con la mirada de odio de Wolf detrás. Salí, en realidad, no sabía por qué, ni para qué. Fui caminando lentamente, cuando vi de lejos a Tarou y a Pipita. Ya sabéis, me encantaba esto. Así que decidí jugar a los espías otra vez. Me acerqué por callejones hasta llegar a una altura considerable, en la cual se escuchaba todo lo que iban diciendo. 
—¿Has visto?—preguntó Pipita.
—¿El qué?—dijo Tarou. Parecía que ambos se habían sentado en algún sitio.
—Skat y Wolf están saliendo—contestó ella.
—Sí, ya me he dado cuenta. Ha sido como una patada en el estómago para Kevin...—contestó Tarou. ¿Patada en el estómago? Espero que eso no significase lo que yo creía.
—Ya ves...¿tú los veías juntos?—preguntó Pipita.
—Yo pensaba que ya estaban juntos—escuché una carcajada por parte de Tarou, y una risa pequeña por parte de Pipita.  Así que todos pensaban que yo y Wolf estábamos saliendo...interesante. Ya me entretendría en pensar por qué en otro momento. Me agaché y me senté en el suelo, intentando no hacer ruido.
—¿Crees que Kevin le dirá algo a ella?—preguntó Pipita.
—¿Algo sobre qué?—un cierto tono de sorpresa salió de la voz de Tarou.
—Sobre lo que él siente. ¿Acaso no has visto lo cansino que ha estado estos días con querer verla?—preguntó Pipita.
—Sí, creo que no ha habido día en que no se haya arrepentido de no ir a verla.—contestó Tarou.
—Está enamorado...—contestó Pipita.
—¿Enamorado? —Tarou rió.—Enamorado estoy yo, no él...
—¿Enamorado?—preguntó Pipita.—¿De quién? ¿De Skat?
—No idiota—contestó Tarou.—No sé si decírtelo.
—Pues ya podrías hacerlo...
—De ti, estoy enamorado de ti.—Ala qué bonito, si se acababa de declarar. Joder, ahora yo tendría que haber visto la reacción de Pipita. Mierda, fallo de este sitio para espiar.
—Siguiente chiste—contestó Pipita con una risa.
—¿No me crees?—preguntó Tarou. Yo me lo hubiera creído.
—Me lo hubieras dicho antes...
—Tú a mí tampoco me has dicho que estás enamorada de mí.
—¿Qué te hace pensar eso?
Y no se volvió a oír nada más durante un rato. ¿Qué narices estaban haciendo? Me lo imagino, pero no me atrevía a mirar. Venga va, miramos. Asomé la cabeza con cuidado de que no se me viese demasiado, y allí estaban los dos. Compartiendo un beso. Hacían buena pareja. No en serio, me gustaba cómo se veían juntos. Aunque yo, sinceramente, yo a Pipita la veía más con Ed, pero no me preguntéis por qué lo pensaba. Se separaron a los pocos segundos. Si susurraban, no me enteraría de nada. 
—No me has contestado a la pregunta—dijo Pipita.
—No me has negado el beso—contestó Tarou.
—No te negaría ninguno, jamás—dijo Pipita. 
—Te quiero. Y no sabes las ganas que tenía de decírtelo...
—Tú no sabes las ganas que tenía de besarte.


—Realmente odio cuando me pones esa mierda de música, Wolf—rechisté intentando cambiar de canción. Pero él acaparaba todo el hueco, y  no llegaba hasta el ratón del ordenador.
—¿No te gusta? Pero si es lo que ahora se lleva—contestó sonriendo. Negué con la cabeza y por fin, parecía que iba a cambiar de canción.
—Skrillex, eso sí—sonreí.—¿Sabes qué?—me miró.—El otro día, cuando aparecieron Tarou y Pipita de la mano, estuve espiando sin querer queriendo a ver qué decían.
—¿Y qué averiguaste cotilla?—rió. Le pegué en el brazo como venganza por llamarme así, y vi que volvía a cambiar de canción. Creo que puso 1973 de James Blunt. 
—Averigüé  que todos pensaban que tú y yo, estábamos saliendo cuando ellos entraron en el grupo—contesté. Me acerqué más a él y apoyé los pies en el escritorio, agarrando bien la taza de chocolate que tenía entre las manos. 
—Yo pensaba que Joseph y Danielle estaban saliendo cuando los conocimos—sonrió. Me quitó la taza de las manos y le dio un sorbo.—Rico.
—Dámela idiota—contesté bajando los pies y extendiendo la mano. Negó con la cabeza y me puse de pie, intentando quitársela. La colocó en el suelo, debajo de la silla, para que no le diéramos, o esa era la intención, y me cogió de las manos, intentando que me estuviese quieta.—Idiota, es mi taza—dije riendo. 
—Ahora es del suelo—contestó. Reímos y me besó mientras me agarraba de la cintura. En momentos así, dudaba de mis dudas de que él no me quisiera. Vamos, que dudaba que él hiciera todo esto por Ricitos. Me senté sobre él y acaparé el control de YouTube, que era donde estaba poniendo la música. 
—Ahora vamos a poner lo que yo quiera—dije sonriendo. Me agarró de la cintura y me dio un pequeño mordisco en la espalda que hizo que me estremeciera durante unos instantes, poco después, comenzó a sonar Mirror de Lil Wayne ft. Bruno Mars. Me giré y ahí estaba él, con su sonrisa de siempre, despreocupada, fresca, radiante, perfecta. ¿Cuánto tiempo llevaría enamorada de él? Y lo más importante, ¿cuánto tiempo he estado intentando reprimir ese sentimiento? Creo que todos los intentos han sido, al fin y al cabo, en vano, porque míranos, aquí estábamos los dos. Un Domingo de a saber qué mes, a las cinco de la mañana, en mi habitación, compartiendo momentos felices antes de irnos a dormir. No creo que todas las decisiones que he tomado, respecto a Wolf, hayan sido las más acertadas, ni siquiera las más oportunas. Pero todos los errores, las peleas, las malas miradas, los insultos, pero también las sonrisas, los abrazos, los besos, las risas, todos nos ha llevado a esto. Así, que vedlo todo de la siguiente forma: el destino se rige por las decisiones que tomamos en el pasado. 

jueves, 12 de abril de 2012

| Capítulo cinco. |

Los días siguientes a aquel extraño día, fueron bastante anormales. Digamos, que aquellos famosos y sus chicas se habían "unido" al grupo, aunque no tenían nada que ver con el skate. Pasábamos las tardes muertas en el parque, riéndonos,  charlando, siendo unos adolescentes normales. Ricitos probó a montar en mi skate, pero comió suelo. A Enix y a Tarou se les dio bastante mejor, igual que a Pipita. Catnip prefirió probar cuando no hubiera tanta gente delante. Se notaba la diferencia de cuando estábamos nosotros seis, a ahora, que estábamos once. Pero era divertido. Divertido para todos, menos para mí. Empecé a alejarme de Wolf tras la conversación que tuvimos, y empecé a investigar más sobre Ricitos. Nos hicimos muy amigos, cosa que cuando lo conocí, dudé que pudiera suceder. Apuesto lo que sea, a que yo le gustaba. Pero era una vaga ilusión, y además sin sentido, pues él me sacaba cinco años de edad. Aunque mi madre siempre había dicho, que en el amor no hay edad. ¿Que por qué me alejé de Wolf? Bueno, sería mejor si leyeseis la conversación por vosotros mismos.


—¿Qué quieres?—pregunté. Miré como Catnip y Pipita llegaban al grupo con los demás, y Ricitos y Mad Hatter, miraban sin disimulo alguno hacia mí y Wolf. Aparté mi vista de ellos, ya que una parte de mí me dolía cuando estaba con Wolf y pensaba en Ricitos. Miré los ojos azules y profundos de Wolf, que estaba articulando palabras, y como os podréis imaginar, no me estaba enterando de ninguna.
—¿Me estás escuchando?—preguntó. Negué con la cabeza y suspiró. Esbozó una sonrisa y me agarró de la mano. Mi frecuencia cardíaca se vio elevada en pocas milésimas de segundo. ¿El por qué? Pues ni idea. Sólo sé que me entraron temblores estúpidos y el corazón me latía a mil por hora. Me sonrió y se acercó a mí. ¿Qué estaba haciendo? ¿Besarme? ¿Delante de todos? ¿Pretende que sepan algo? ¿Es un código secreto? Demasiadas preguntas, demasiadas preguntas sin respuesta. Me quedé quieta, observando con suma atención todos los movimientos que Wolf estaba realizando a velocidad de tortuga. Pasó de largo de mis labios, y se dirigió a mi oído izquierdo.—Vamos a hablar a otro sitio. Lo vas a llenar todo de babas, si sigues mirando a Kevin.—susurró. Le miré, noté como la sangre de mi cuerpo, o eso decían que pasaba cuando te ponías roja como un tomate, subía hacia las mejillas. Le agarré fuerte de la mano y asentí, la verdad es que un pequeño charco de babas sí que formaba. ¡Por el amor de Dios! Que sigo diciendo que soy tía, y no soy lesbiana, los tíos me gustan. Y Ricitos no estaba nada mal. Aunque, por lo que conocía de él hasta ese momento, me parecía un irresponsable, con demasiada falsa felicidad y quizás, más serio de lo que me imaginaba. Por más que lo pensara, no sabía nada de aquel chico, y como una imbécil sentimental, me estaba empezando a gustar. Cuando volví a la realidad, alejada de mi mundo de Problemas Sin Sentido, Wolf y yo ya habíamos abandonado el parque hacía varios minutos. Le miré, y aminoró la marcha, creo que significaba que iba a comenzar a hablar.—¿Te gusta Kevin?—preguntó. Fruncí el ceño y le miré, pero para mi sorpresa su mirada estaba fija en el suelo, y aquella pregunta casi había sido inaudible. 
—No—aclaré.—Sólo me, me parece guapo—un pequeño tartamudeo me salió en el me, cosa rara en mí. Esbozó una sonrisa y se aclaró la garganta. Miré por dónde estábamos caminando, y para mi sorpresa, estábamos saliendo del barrio. No sé si esto lo tenía planeado Wolf, pero aún así, me dejé llevar por él. 
—¿Te parece guapo?—preguntó con burla.—Entonces sí que te gusta...—susurró. Tosió intentando disimular aquellas palabras, aunque, en aquella calle tan silenciosa, cualquiera a cuatro metros de distancia lo habría oído tan bien como yo. 
—No he dicho que me guste—repetí.—¿Me sacas del parque para esto? ¿En serio?—pregunté sonriendo. Negó con la cabeza, y haciendo que su pelo se descolocara un poco. Se lo volvió a colocar y miró la calle, antes de cruzar. No pasaba ningún coche y seguimos andando. Ya casi estábamos fuera del barrio, ya casi estábamos en la "ciudad". O eso creía yo.
—¿Recuerdas lo que hicimos una noche, hace cuatro meses?—preguntó. Le miré y después posé la vista en el cielo, que se veía recién iluminado por la luz del señor Sol. ¿Hace cuatro meses? Estaba la cosa chunga, que no recordaba ni lo que había comido el día anterior, y el muchacho quería que me acordara de lo que hicimos hace cuatro meses, y encima, por la noche. Pero si él lo recordaba, tenía que ser importante. No sé, podría soltar cualquier chorrada, o esperar a que él lo dijera y después añadir un "oh sí, es verdad", dando a entender que no tengo ni puta idea de lo que me estaba contando. Sonrió al verme tan concentrada e interrumpió mis absurdos pensamientos.—Hace cuatro meses, te canté un trozo de una canción. Te dije que aún no la sabía entera, y que en algún tiempo la tendría lista. ¿Te acuerdas ya?—sonreí. Asentí con la cabeza y vi que llegábamos a un pequeño parque, lleno de césped, rocas, y dos o tres árboles. Me senté en el césped, sonriendo y esperando a que Wolf hiciera lo que quería hacer. Se acercó a uno de los árboles, y de detrás sacó una guitarra, algo vieja y rota, pero que al fin y al cabo, sonaba, que era lo importante. Se sentó a mi lado y tocó algunas cosas, sin relación unas con otras.—Además—añadió—hace cuatro meses me dedicaste una canción con esta misma guitarra, en este mismo sitio. ¿Recuerdas?—le miré sorprendida.
Back to December.


Y así, mis queridos lectores, yo decidí alejarme de Wolf. Más que nada, porque a mí me estaba empezando a gustar Ricitos, y por todo aquel paseo más conversación, me di cuenta de que Wolf también siente por mí, algo más que una amistad. Así, que como no me gusta hacer daño, ni que sufran por mí, lo mejor, si realmente me está gustando Ricitos, es alejarme de Wolf, aunque lo que debería hacer es alejarme de los dos, pero de Ricitos soy incapaz de alejarme. Total, que mientras os he contado la historia, he estado fuera de la conversación de todos, durante media hora. Interesante. Ahora he perdido el hilo de lo que estaban hablando. Espera, aquí falta gente. ¿O no? No espera, vamos a contar, a ver si es que ahora estoy imbécil. A ver, ahí están Mad Hatter, Nelly, Ed, Martha, Al, Katie, Enix, Lucy, Tarou, Pipita, Wolf, Alice, Ricitos y Sarah. Sí, es que hoy teníamos visita. ¿No os falta gente? ¡Joder, Xerxes y Catnip! ¿Dónde se habían metido estos dos idiotas? A saber. ¿Y Enix está aquí? Sospechoso. Vamos a jugar a los espías un rato. Me levanté del skate, alegando que tenía que hacer una llamada urgente, aunque por la cara de Wolf, este ni se lo creyó. ¿Dónde podrían haber ido? Aquí no hay muchos lugares bonitos, ni nada por el estilo. Piensa, Skat piensa. ¡Ya lo sé! El padre de Xerxes, tiene un jardín que da envidia, seguro que están allí los dos tortolitos. Salí corriendo del parque, dejando a Ricitos mi skate en su poder y cargo, y me dirigí a casa del padre de Xerxes. Casi me tropiezo con una piedra, y casi paso de largo de la casa. Número 11, tenía que ser ahí. Abrí la verja y oí risas en el jardín trasero; lo sabía, estaban aquí escondidos. Me acerqué silenciosamente, sólo por cotillear un poco, no me interesaba oírlo todo. Sí, ante todo, con estas cosas aún más, era muy cotilla. Además, miradlo por el lado interesante, Xerxes es un mujeriego, a Catnip no se le ve esa cara, y ella tiene novio. Lo miraseis por donde lo miraseis, era interesante y además, digno de ser observado. Me senté tras una gran maceta que me tapaba entera, y puse la oreja, intentando escuchar todo lo que hablaban.
—Creo que ya deberíamos volver—comentó Catnip.
—No, tranquila, no va a pasar nada si estamos aquí—respondió Xerxes. Vi que un gato se aproximaba. Oh no, era la gata de Xerxes, Kiara. ¿Pero esta gata no se puede entretener con sus gatos? Por el amor de Dios, que no se acerque, que le tengo pánico a los gatos. Intenté ignorar a la gata, que tenía sus ojos fijos en mí, y que me estaba poniendo histérica, y poner los cinco sentidos en la conversación de los dos muchachos. Bien, me acababa de perder media conversación por lo menos. Gracias Kiara.
—Bueno, ¿entonces qué?—preguntó Catnip.
—¿Qué de qué?—rió Xerxes.
—Llevas todo el rato preguntándome cosas, ¿y cuando yo te pregunto, no me contestas?—¿Qué le había preguntado? Mierda, encima me había perdido una parte importante. Maldito gato. Y encima estaba cada vez más cerca de mí. Al final salgo corriendo, o grito. Pero de todas formas, me acabarán pillando. Qué ridícula me sentía en esa situación. 
—Es una pregunta complicada—contestó Xerxes.
—¿Qué tiene de complicado la pregunta "tienes novia"?—rió Catnip.
—Pues que hoy no la tengo, pero mañana puede que sí, o quizás dentro de unas horas...—contestó Xerxes. Él rió, pero ella no rió con él. Normal, si es que le acaba de soltar que es un cabrón. Qué tonto llegaba a ser este tío. Y la gata de las narices. La tenía a medio metro de distancia. Bueno, si no aullaba mejor, que entonces Xerxes sacaría a la luz su amor por los gatos, vendría a buscarla y me vería aquí. Probablemente él no se enfadaría, pero Catnip sí. Por Dios, y el gato sigue acercándose. Al final grito. ¿Dónde está el novio de la gata? Se llamaba Trisky, o algo así. No sé, nombres raros de Xerxes. Sí, esto era un auténtico criadero de gatos. 
—Ah...—contestó Catnip. Durante varios minutos no oí nada más. Fue raro. Incluso me arriesgué a mirar, a ver si es que se estaban besando, o ya no estaban, o qué narices estaba pasando, que ya no hablaban. Pero no, ambos estaban mirando al suelo, en un silencio bastante cargado. Incluso si ahora me pillaran por la gata, que ya estaba acurrucada a mi lado, sería incluso agradable para ellos, romper aquella situación conmigo. Pero no, no me iba a delatar. A ver si a alguno se le ocurría decir algo más, que para eso estaba yo aquí, para empaparme de todo. A ver si encima el paseo, y el estar al lado de un animal al que odio, no había servido para nada.
—¿No quieres saber nada más de mí?—preguntó Xerxes.
—¿Yo?—contestó algo sorprendida Catnip.—Pues mira por donde, sí que me gustaría saber algo—dijo. 
—¿El qué?—preguntó Xerxes.
—¿Cuál es tu color favorito?—¿en serio? ¿Su color favorito? Venga ya. Estaría de broma. ¿No? Joder, pues ya me diréis, vaya preguntas. Eso me recuerda a que una vez a mí, también me preguntaron mi color favorito. Me quedé en blanco chaval. No sabía que contestar. En realidad, yo nunca me había parado a pensar en un color que me gustara, a mí me parecían todos iguales. Además, casi siempre vestía de negro, blanco, rojo o gris, quitando las camisetas que llevo debajo, que casi nunca se ven, que son de más colores. ¿Vosotros tenéis color favorito? En serio, creo que esa pregunta me la hicieron con cinco o seis años, tengo dieciséis y todavía no sé que decir a esa pregunta. ¿No os pasa que asociáis colores con estados de ánimo? Yo es que soy muy bipolar aunque claro, no lo soy, vamos, que lo parece, pero no. Por eso me enfado cuando no sé que color decir. Porque claro, si digo un color, quizás lo digo, y lo relaciono con un estado de ánimo, diferente al que yo siento. Pero claro, decir que me gusta un color, aunque sea mi estado de ánimo, y no me guste, pues como que tampoco. Todo esto de los colores es una jodida paranoia, y puede que con las gilipolleces os esté poniendo paranoicos a vosotros también. Bueno venga yo dejo el tema. Pero, ¿pensadlo, eh? Ya me diréis que conclusión sacáis con lo de los colores. En serio, qué pesada me pongo a veces. 
—Mi color favorito...—repitió Xerxes.—Mi color favorito, es el color de tus ojos.


Qué bien se estaba aquí. Recién amanecido, en el parque, completamente sola. ¿Qué hora sería? Temprano, eso sí. ¿Ahora tenía que sacar el móvil para mirarlo? No había nadie para preguntar, así que seguramente sí. Sí, a veces yo también me sorprendía de lo vaga que podía llegar a ser. Casi las ocho de la mañana. Me encantaba madrugar, ¿se nota? No sé, cuanto antes te levantas, antes comienzas el día, y más cosas puedes hacer. Eso me decía mi madre, cuando me negaba a levantarme cada mañana para ir al colegio. Al final, le cogí el gusto a esto de madrugar, sólo para venir aquí. Como ya habréis imaginado, me pasaba la vida en el parque. Era un lugar tranquilo, sólo interrumpía su tranquilidad nuestras risas, golpes de skates y gritos, cuando estábamos todos. Por lo demás, era un lugar donde podía estar sola, donde podía ser yo misma, o donde tenía que fingir que era alguien que no era. Que cambió para ser feliz. Pero, ¿qué es la felicidad? ¿Estar bien, cómoda, relajada? No sé si he vivido algún momento de felicidad en mi vida. Supongo que sí, pero no lo sé. ¿Hacía cuántos días que no veía a Ricitos? Por lo menos dos semanas. A Catnip y a Pipita las veía más. Una vez cada dos días, aproximadamente. Juraría, que Catnip y Xerxes se traen algo. Desde aquella conversación que oí. Es raro que yo venga sola, aunque parezca mentira, aquí. Es raro que venga sin Wolf. Pero hacía una semana que no hablábamos. Ricitos, indirectamente nos estaba distanciando. Y ahí estaba, de nuevo ese dolor en el pecho. ¿Lágrimas? ¿Era una lágrima lo que caía por mi mejilla? ¿Por qué? ¿Lloraba por Wolf o por Ricitos? El dolor aumentaba. Puto dolor de corazón de las narices. Me llevé las manos a la cara, dejando escapar aquellas lágrimas sin razón.
—Pues sí que estás preocupada, como para venir aquí sola.

sábado, 7 de abril de 2012

| Capítulo cuatro. |

—Pues no sé de qué me habláis—dije. Todos me miraron sorprendidos. Y no lo decía de broma, no tenía ni idea de lo que estaban hablando. En dos años, Wolf ha hecho muchas cosas. Tanto buenas como malas. Al igual que yo. Así que, si no concretaban, de poco me iba a enterar. Y por lo que parecía, a mí este tema, me interesaba bastante.
—Anoche Wolf fue a una de las peleas de Rev.—contestó finalmente Al. Le miré con los ojos abiertos. Ahora sí que lo entendía. Hace un año, aproximadamente, como ya os dije, Wolf y Rev se pelearon aquí, en el parque por mí. No se quedaron tranquilos, así que ese mismo día por la noche, Wolf se presentó en el bar que suele frecuentar Rev, para una de sus peleas. Os explico, que creo que no estáis muy metidos en este tema. Rev organiza peleas. Es decir, ¿como las peleas de gallos, donde la gente apuesta? Pues igual, pero con personas. Allí sólo van retrasados que quieren que le partan los dientes. Y Wolf, parece ser que quería exactamente eso. Pero tras derribar a todos los imbéciles que Rev le mandó, para que lo cansaran, finalmente entró él mismo en acción. Claramente, dejó a Wolf comiendo suelo, y una vez más, Rev me arruinó la vida. Esa vez, sí recuerdo que sangrando, con la ceja rota y la nariz, por el mismo camino, vino a mi casa a que lo curara. 
—Skat, yo no quería hacerlo—dijo. Le miré mientras le ponía agua oxigenada en la herida de la mejilla.—Pero las cosas no podían quedar tal y como quedaron en el parque.—le apreté demasiado, debido a la rabia que se estaba apoderando de mí, y se quejó.
—¿Que no podía quedarse así?—pregunté. Me levanté del suelo y fui al botiquín que tenía colocado en la mesita de noche. Cogí un paquete de tiritas y me acerqué de nuevo a él.—¿Acaso querías que te matara? ¿Él o yo? Eres idiota.—le puse las tiritas tan fuerte, que no hacía más que quejarse.—Y si te duele te jodes.
—No soy idiota, simplemente quería...—le interrumpí.
—Sí, querías que te dejara en ridículo delante de sus amigos.—dije terminando de poner la última tirita.—La ceja, tendrás que ir al hospital. Yo no puedo hacer nada. Y la nariz tres cuartas de lo mismo. Ala, ya te puedes largar.—me levanté y giré, dirección el botiquín. Pero me cogió de la camiseta y me echó hacia atrás, sentándome en su regazo. 
—Perdóname, en serio. Si lo sé no te lo cuento—susurró agarrándome de la cintura. Miré a mis rodillas, no llevaba pantalones, nada más que una camiseta de él, que parecía un vestido. Me coloqué el pelo y le miré.—Estoy bien, ¿ves? No me ha pasado nada.
—Nada grave, querrás decir—dije. Volví a posar la vista sobre mis rodillas, y finalmente le abracé. Él también me abrazó. Apoyé mi cara en su hombro, dirigiendo la vista a su nuca. Los dedos de mi mano izquierda jugaban con su pelo, y noté que él me estaba acariciando la espalda.—No quiero que te pase nada, Louis.
—Y yo no quiero que él te haga daño, Lydia.—contestó.—Te prometo que no volveré a ir. ¿Vale?—sonreí apoyada en su hombro. Me dio un pequeño mordisco en el cuello que me hizo reír. Me di cuenta de que mi madre estaba durmiendo aún, y me tapé la boca. Le pegué en el hombro y se levantó de la cama.—Buenas noches mongola.—me dio un beso en la frente. Se giró y abrió la ventana.
—Buenas noches cenutrio.—sonreí y salió de mi habitación. 
Esta vez, en vez de contármelo, se lo había contado a todos menos a mí. Se había hecho la gracia, vamos. En cuanto terminara de hablar con todos, pensaba acercarme a decirle cuatro cosas. Estaba harta de que rompiera promesas como esa. Me levanté cuando por fin parecía que habían terminado de contar cosas que ni me iban, ni me venían, cuando Ed me hizo frenar.
—Eh, ¿quiénes son esos?—dijo. Me giré y lo vi. "No me jodas" pensé. Pantalones negros, camisa blanca. Dos tíos más que no conocía, y dos tías más que, tampoco conocía. "¿Qué mierda hace aquí Ricitos?", me dije a mí misma. Xerxes hizo ademán de levantarse, pero le hice un gesto con la cabeza, asintió y la que se levantó fui yo. Busqué a Wolf con la mirada y estaba en la otra punta del parque, tumbado, con la cabeza apoyada en el skate. Sacudí la cabeza, pensando en todo lo de Rev, y la pelea... pero al girarme, tenía a Ricitos justo detrás.
—¡Skat!—dijo alegremente. Ya estaba con su absurda alegría. Me abrazó, y yo, claramente, no se lo devolví. Ya os he dicho que no me gustaba ser agradable con la gente. Y menos con don felicidad extrema. Los dos chicos y las dos chicas, me miraban de arriba abajo. En especial la rubia. Le susurraba cosas a la otra, y me molestaba que susurraran cosas delante de mí. Y más cuando sabían que estaban hablando de mí.—Quiero presentarte a mis hermanos y a unas amigas.—sonrió. Joder, qué manía tenía este chaval con sonreír. ¿Por qué sonreía tanto? Es que no lo llegaría a entender en la vida. Me dejé llevar esbozando una sonrisa falsa. Pero eso a Mad Hatter no le pareció normal. Me giré y vi como todos se estaban levantando, probablemente para avisar a Wolf. Ricitos y sus amigos, eran precisamente el tipo de personas que Wolf no quería ni ver por el barrio. Y para colmo, los cinco indígenas estos estaban metidos en su parque. El tiempo se me estaba agotando. Decidí intentar poner atención en lo que Ricitos hablaba, a ver si así podía echarlo antes.—Mira, ellos son Joseph—el chico nombrado hizo un gesto con la cabeza, y yo esbocé de nuevo, una sonrisa falsa.—Nicholas—el chico en cuestión, o más amable, o menos vergonzoso que el tal...¿Joseph se llamaba? No soy buena para los nombres. Se acercó a mí y me dio dos besos. Repito que no me gusta ser agradable, así que volví a esbozar una sonrisa falsa.—Y ella es Eleanor, la  novia de Nicholas—la rubita se llamaba Eleanor eh. Interesante. Me esbozó una sonrisa, tan, o aún más falsa que las que yo estaba haciendo hasta ahora.—Y ella es Danielle.—sonrió la chica en cuestión. Bueno, no parecía una sonrisa tan falsa. Creo que estaban demasiado subidas al escalón de la fama. Pijas, clase de persona que yo fui, y que ahora odio. Me hice un esquema mental. No pensaba quedarme con todos los nombres, así que les puse apodos, como a Ricitos. Al primero, al que está soltero, a ese lo llamaré Tarou. No sé de dónde narices viene eso, pero con eso se va a quedar, porque no se me ocurre otra cosa. Al simpaticón, lo voy a llamar Enix. Tampoco sé cómo narices se me ha ocurrido tal cosa, pero ala, con ese se queda. A la rubita...me gustaría llamarla rubita. Pero creo que sonaría muy mal, aunque a mí me hace gracia. Me referiré a ella como la rubita, pero la llamaré Catnip. Sí, me mola ese mote. Y a la morena, a la morena...Quiero pipas. Anda coño, Pipita. Sí, con ese se quedará. En un rato iré a por las pipas.
—Os lo digo desde ya—comenté—os he puesto motes, porque soy mala para los nombres.—Catnip y Pipita sonrieron. ¿Les haría ilusión llevar un mote? Raras, raras everywhere. Aunque reconozco que a mí también me hizo ilusión que Wolf me colocara Skat.—Tú, el solterón, a ti te llamaré Tarou.—me miró extrañado.—Oye, yo tampoco sé de dónde viene ese apodo, pero así te llamaré. Tú, el simpaticón, el ricitos dos—me miró el chico en cuestión—a ti te llamaré Enix. Rubita—la chica me miró con una mueca de incredulidad en su cara—a ti te llamaré Catnip. Y a ti, la morena, a ti te llamaré Pipita.—a todos les sorprendió mi gran sinceridad, al igual que a mí me sorprendió la sinceridad de Enix.
—Pues a mí me gusta, no sé, mola más que Nicky.—confesó. Ricitos asintió con la cabeza, y los demás lo miraron poco convencidos con aquellos apodos que les había colocado, sin conocerlos casi de  nada.
—Pues amor—dijo Catnip—a mí no me hace gracia que me llame así. Y menos rubita.—me miró—Me llamo Eleanor,  y no tienes el derecho de llamarme como a ti te de la real gana.—la miré riendo falsamente.
—Verás, tú a mí me vas a llamar por mi mote, así que es normal que yo a ti te llame por el tuyo. Y como seguramente, será un mote chorra, como Ele, o Eanor, o como sea, prefiero llamarte Catnip, que es de invención propia, y raya menos.—contesté esbozando una sonrisa, considerablemente falsa.
—Mira, guapita—se adelantó a los demás y se puso delante mía, amenazante. Noté como Enix la sujetaba por detrás, pero ella se soltó. Pipita decía cosas como "déjala, no merece la pena".—A mí me llamas por mi nombre, que para eso me lo pusieron mis padres. ¿Entiendes? No va a venir una mindundi salida de la nada, para llamarme como a ella se le antoje. ¿Entiendes?—y esbozó una sonrisa al final.
—¿Mindundi? Me vuelves turuleta—contesté.—Repites mucho la palabra "entiendes", y me pones nerviosa, ¿entiendes?—reí. Se alejó de mí y se fue al lado de Enix, y lo agarró de la mano. No sé que había provocado esa reacción. Me giré y vi a Wolf, cabreado, detrás de mí. 
—¿Algún problema con Skat?—preguntó. Miré a Mad Hatter y le susurré un "sois unos bocazas". Miré que Ricitos estaba al lado de sus hermanos, con intenciones de no contestar.
—Déjalo Wolf, son amigos míos—contesté no muy segura de aquellas palabras. ¿Amigos míos? Ya no sabía ni lo que decía. Wolf me miró.
—¿Este es el niñato de anoche?—preguntó. Ricitos pegó un brinco y se acercó. Negué con la cabeza, pero él se seguía acercando.
—¿Qué le has contado de mí?—preguntó.—Lo único que hice fue acompañarte a tu casa.—Wolf rió irónicamente.
—¿Acompañarte a tu casa?—dijo.—Eso no lo sabía.—hizo una mueca de asco, bastante notable.
—¿Perdona?—me atreví a decir.—Tú eres el que se ha pelado con Rev y no me ha dicho nada.—me agarró del brazo. Tan fuerte como aquella vez en que Rev lo hizo...empezaba a hacerme daño. Vi como Ricitos se puso en medio, intentando...¿defenderme?
Conseguí quitar la mano de Wolf de mi brazo. Vi unas pequeñas marcas de sus dedos en el brazo y me tapé. Le miré con asco, pero él estaba demasiado concentrado en pelearse con Ricitos. Al, Ed y Mad Hatter se pusieron en medio, para evitarlo, al igual que Enix y Tarou. Pipita y Catnip se alejaron de ellos, y yo simplemente me fui lo más lejos posible. Me senté en el skate de Mad Hatter. ¿Qué le pasaba a Wolf? Estaba raro. Estaba irritado, estaba totalmente insoportable. Algo tenía que haber que no me haya contado. Es como aquella vez que mi madre me mintió. Yo tenía un perro. Rocco. Un día, cuando tenía 8 años se escapó de casa. Pero yo no lo sabía. Y yo le tenía demasiado cariño a ese perro, así que mi madre me dijo, que se lo había llevado a un concurso de perros. Yo me lo creí, pero cuando le preguntaba por él, mi madre se irritaba, me gritaba, hasta que un día, a la tercera semana de haberse escapado, me confesó que se había perdido. Intentaba mentirme para no hacerme daño.  ¿Y si era eso lo que Wolf intentaba hacer? Pero, ¿de qué intentaba protegerme? Me giré y vi como, cosas extrañas que nunca jamás, entenderé de los tíos, los siete estaban riendo y charlando, como si no hubiera pasado nada. Espera, ¿siete? ¿Dónde estaba Xerxes? Me levanté del skate y lo busqué con la mirada. Y lo vi. Pipita estaba con el móvil, y Xerxes le estaba tirando a la rubita. Pero bueno, este tío era gilipollas. Me acerqué y vi como a Catnip se le iluminaba la cara.
—Me quieres dejar—dijo Catnip. Xerxes me miró y me sacó la lengua, de forma burlona. Ni que a mí me gustara la rubita o algo. 
—Xerxes, vete—dije. Me miró y negó con la cabeza.—Chaval, que está el novio ahí—señalé con la cabeza el extraño grupo de nuevos amigos que había aparecido—Como te vea te cruje.—rió y se acercó a mí, susurrándome.
—Va a ser para mí—susurró. Me alejé de él riendo y él se fue con los extraños nuevos amigos. Joder, es que era muy raro, no me lo neguéis. Me acerqué a la rubita, con intenciones de pedir disculpas.
—Perdónalo, le pueden las hormonas—dije con una sonrisa poco fingida. Ella rió. ¿Reía? ¿Falsa o verdaderamente? Coño, se reía de verdad.
—No importa—contestó.—¿Es posible pasar de querer matarse a ser amigos en cinco segundos?—preguntó mirando al, ya anteriormente nombrado, extraño grupo de nuevos amigos. Sonreí.
—Son tíos, no hay quien los entienda—asintió con la cabeza. Tragué saliva.—Oye, perdona lo del mote. Si no te gusta, te llamo Eleanor, no me importa. Pero es que se me quedan mejor los apodos que los nombres reales.—rió y negó con la cabeza.
—No me importa que me llames Catnip, al fin y al cabo, no es un mal mote. Me gusta—sonrió y me tendió la mano—Vamos a empezar de nuevo, ¿sí?—la miré extrañada.—Me llamo Eleanor, ¿y tú?—sonrió. Esto era nuevo para mí. Le agarré la mano con una sonrisa.
—Me llamo Skat—contesté. Asintió con la cabeza.—¿Te importa que te llame Catnip?—pregunté. Vi que Pipita se unía a la conversación.
—Para nada, llámame así si quieres—contestó sonriendo. La mano de Pipita pasó por delante de ella hasta llegar a mí.
—Me llamo Danielle—dijo con una sonrisa. Me quedé mirando sus ojos. Azules como el cielo cuando no hay nubes. Vamos, el cielo despejado de toda la vida. Qué pasada de ojos.—Encantada.—estreché su mano con una sonrisa.
—Skat—contesté.—¿Te puedo llamar a ti Pipita?—pregunté sonriendo. Asintió con la cabeza. ¿Esto era lo que a mí me parecía? ¿Estaba haciendo amigas? Hacía años que no me ocurría esto. Una pequeña parte de mí quería saltar y decir algo parecido a Skat, tiene calidad, pero preferí seguir hablando con Catnip y Pipita. 
—¿Ese es tu nombre real?—preguntó Pipita. Ladeé la cabeza, mirándola. Coño, si la acababa de conocer, es cierto, ellas no sabían que era un mote.
—Qué va—reí—mi nombre verdadero es Lydia. Skat, es sólo un apodo—aclaré. Ambas sonrieron.
—Ah bueno, eso ya me parece más lógico—confesó Catnip. Todas reímos y noté una pequeña brisa, congelada, ¿de dónde venía? ¿de la Antártida? joder. Me estremecí y noté todo el vello de mi cuerpo levantado como escarpias. La próxima vez, elijo yo la ropa, y  no Wolf.—¿Qué hora es?—preguntó. Saqué el móvil del bolsillo de la sudadera y miré la hora. Las 8:56. Joder, ¿tanto tiempo había pasado ya? Pues se me había pasado volando. 
—Las nueve menos cinco—contesté.—Tengo hambre. ¿Os venís a desayunar?—pregunté. Ambas se miraron, y acto seguido, asintieron con la cabeza. Nos levantamos del suelo y al girarme, vi a la única persona que no quería ver en este momento.
—Chicas, ¿podéis dejarnos solos?—Catnip y Pipita asintieron con la cabeza y se fueron. Habían avanzado unos cuatro metros, cuando comenzó a hablar.—Lydia, tengo que hablar contigo.